Día a día.

Y hay dolores en la carne, invierno en el corazón, el alma abandonada muere por despecho, en ella hay algo que no se borra, no que no se nota, algo que ya forma parte de si misma como su pura esencia, algo a lo que nadie ha dado nombre aún. Y con ello se vive, con ese compañero de travesía forzado, en marchas por un camino que aún no existe. Y como cada mañana, abres los ojos.

Miras a tu alrededor. Copas vacías, sábanas enredadas, un cuerpo fino a tu lado. Un cuerpo que no debe ser mirado, porque ya no es su tiempo. Pero lo miras. No es como era anoche. Anoche ella era el aroma del lirio, pero se dejó mancillar,por ello lloraste. Ella fue durante un momento el aroma a lilas y grosellas que tanto anhelas, pero no fue eso más que un recuerdo muerto... y es que ella no era más que el aroma a jazmín y a verbena... y eso no es lo que buscas.

Por primera vez en el día tragas saliva. Tus labios, resecos, mantienen mejor el día anterior que tu memoria. Has olvidado porque debías olvidar¿No es eso? No preguntes. No preguntes, porque podrías obtener respuesta.

Te cubres, sólo ligeramente, sólo por sistema. Te levantas, buscas el agua, que borre esa carcoma de tu voluntad. Sabes que esa carcoma sólo se borra con fuego.

El agua cae por tus hombros, es agradable, el contraste entre el frío y el calor. El olor a menta, a melocotón. Frotas, no debe haber rastro de ella, no debe de haber rastro de ti.

El espejo empañado distorsiona tu figura. Cierra los ojos, coges aire, esperas. Durante unos segundos la única sensación que llena tu cuerpo es el lento pasear de las gotas por tu cuerpo. Reúnes valor, abres los ojos. Te ríes ¿Esa?¿Es esa realmente la visión que todos ven? Ese ser enfermo e infecto... que ha nacido cuando no debería, donde no debería...Tu risa se apaga. Esa, esa es la visión que todos ven. Esa es la visión de la belleza.

Vuelves, en la cama no hay nada esperándote. Sólo el mismo cuerpo de porcelana. Te vistes, tienes hambre.
Te arreglas,  más o menos y echas un último vistazo a tu compañía nocturna, que a pesar de que no intentas ser sigiloso ni mucho menos, aún duerme,y con una medía sonrisa, entre alegre y melancólica te acercas a su cama, donde sin saber porque , incómodo, la tapas con la suave sábana de seda.


Dudas un momento pero finalmente ,acercas tus labios a los de ella, a los de todas, pero nunca, jamás los juntas definitivamente, solo cierras los párpados y suspiras.

Sales por la puerta y piensas que esos dos que ayer se amaron, jamás volverán a verse.

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