La petite hirondelle.


La niña prácticamente se desplomó sobre la cama. Estaba cansada. Se notaba sobre todo en que no hablaba a dos palabras por segundo. Realmente había sido un duro día, para ambos.

-Tápate anda.... espera...-El riviano le puso un gran edredón encima a la niña. Esta puso una mueca, pero se quedó quieta, ya bastante extraño para ella.-¿Quieres qué te cuente un cuento?

Supuso que a ella se le iluminaron los ojos, no conocía situación en la que la pequeña se negara a un cuento.

-Peeeeeeeeeero, Danti, con una condición...-Dijo con cierto rentintin. Él enarcó una ceja- Tiene que ser un cuento único, especial.

-Oh.... que remedio que aceptar....-Sonrió levemente, cansado también. Pero aún así, feliz de poder hacer de padre con la niña- Pues, a ver.... te contaré algo sobre algo que me pasó a mi.

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Como yo he vivido mucho, he viajado por muchos mundos, y hay uno en particular del que te quiero hablar.

Primero decir que aquel mundo donde esta historia sucede era un mundo extraño, había ángeles y demonios, fantasmas y brujas, personas que volaban e incluso cerdos que relinchaban.

Pero todo lo que tenía de extraño ese mundo, lo tenía de amargo. Un mundo, parecido a este, pequeña, donde cada uno seguía recto su camino, o el camino que otros le habían marcado, sin preguntar. Donde el egoísmo era el rey del día a día. Y las justificaciones heroicas de los supuestos salvadores, todas mentira.Un lugar triste, lleno de llantos.Donde la gente, apagada, sola, anhela encontrarse con otro y por lo menos, llorar en compañía. Porque ¿Qué hay más terrible que la soledad?

Y allí, no hace mucho tiempo, nadie sabe gracias a que milagro o a que inspiración, nació la"La petite hirondelle",y era ella, sin saberlo, lo que dio importancia y sentido a este mundo ya para mi gris. Ella era en si misma una piedra preciosa. Pero no una de esas piedras que uno tiene en un anillo o en un colgante para que los demás lo vean y sientan el dinero ahí invertido. Ella era una piedra que hace valioso el corazón.

Y esta niña, que andaba  volando por ese mundo, sintiendo el frió viento del sur norte en su piel, sintiendo la hierba bajo los dedos de los pies, el chocolate en su boca y el consiguiente dolor de barriga de después, se empezaba a cansar de su vida en solitario, puesto que todos sabemos que "Hay riquezas que te matan si no puedes compartirlas". Y eso es lo que le pasaba a la niña, que perdía, quizá, su esperanza en este mundo. Y habría sido fatal para todos los habitantes del lugar que ella se fuera... Pero dio la casualidad de que en ese triste momento, la niña se encontró conmigo, con un "Hombre de alabastro", que año tras año, había perdido la esperanza en este mundo, sumido en las tinieblas.Y no es que las tinieblas sean malas, porque de ellas puede salir todo, no solo lo malo, pero que quieres que te diga, en la situación en la que me encontraba, ya no veía optimismo por ningún lado.

Pero el caso es que hasta los ciegos podemos ver determinados tipos de luz... y la de ella, era una de esas de las que uno no podía apartar la mirada... Me sentí ilusionado, y algo tímido, si, yo, tímido, cuando ella se acercó a mi. Me cohibió. Los demonios nos asustamos más que de ningún ser vivo, de los niños pequeños, porque aún no te lo había dicho, pero la niña era aún pequeña.. Siguiendo con el hilo, entre nosotros al principio no se cruzó una palabra ; yo, porque creía no tener nada que contar más que las estrellas en el cielo; ella, porque quizá quería decirme tantas cosas que se le amontonaban en la garganta, sin llegar a salir ninguna. Me sostuvo las manos largo rato después. Y no sentí el tacto pero si la ternura en mi piel. No podría decirte como fue, porque da la impresión de que al describir tal sensación, se me escapara de entre los labios.

Me habló después, me preguntó miles de cosas, tantas que no supe contestar a ninguna. Luego se sentó, mirándome con esos enormes ojos de color avellana. Y hablé, le conté historias sobre países lejanos. Sobre tierras llenas de gamusinos y de seres que yo mismo me inventaba. No quería contarle nada sobre la realidad, porque me daba temía que no le gustara. Así que inventé cuentos para ella. Y la pequeña atendía, con la boca abierta y la mirada atenta, justo como estás haciendo tu ahora. Y me preguntó si eran verdad esas historias. Y bien indignada que se sintió cuando le dije que eran cuentos. Según ella, que alguien le contara cuentos solo era bonito si luego se atrevía a vivirlos con ella. Y quizá por sus palabras, me atreví a hacerlos. Y tras contarnos nuestras historias interminables, ambos vivimos juntos el llanto de los cielos, las armonías de golondrinas, las auroras boreales.... vivimos muchas cosas, y algo más. Vivimos, juntos. Ella con mi corazón de alabastro, y yo con su alma de golondrina.

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-La verdad, pequeña, es que yo no tengo talento para estos cuentos... simplemente estoy viejo y cuento batallitas que he vivido, ya no invento nada, solo lo reproduzco tal y como lo veo en mi recuerdo. Ya no se improvisar, y me he quedado en blanco.... Encima, tan cansado como me pillas, no tienes compasión ninguna con la tercera edad, eh. Pero bueno, he visto una buena oportunidad en esto momento, justo antes de que el sueño venza a la curiosidad y a tu devoción por las historias....-Suspiró, agachando la cabeza mientras agarraba las manitas de la niña- Aún a mis años me da vergüenza ponerme "ñoño" o como demonios sea...

La vela que antes iluminaba la habitación se apagó. Él la apagó.

-Y... incluso mira, en esta total oscuridad, aunque yo ya la notaba de antes, solo espero ver una sonrisa tuya, y no a un monstruo saliendo del armario. Quizá la historia que te quería contar se resume en una frase que me dijo "La petite hirondelle", el que contar cuentos solo era bonito si luego eran vividos. Y....

Calló largo rato. Era a pesar de todo un hombre pudoroso.

-Querría de verdad poder contarte un cuento, sobre como siempre estuviste conmigo, sobre como siempre estarás, como siempre te protegeré pase lo que pase, que junto a mi, nunca te pasará nada... querría contarte ese cuento, unicamente tengo intención de vivirlo contigo.

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