La mayoría de las personas que conozco escriben cuando les pasa algo importante, cuando tienen un pensamiento revelador o incluso cuando simplemente ven algo por la calle que les llama la atención. Escriben palabras, una detrás de otra para intentar explicar la sensación o a la idea que llegaron por aquel acto quizá cotidiano o ajeno pero que les resulto ilustrador.
Lo que me resultó a mi ilustrador es que hoy, en todo mi recorrido por las calles de mi ciudad, no vi nada que me importara ni que me llamara la atención.
Y lo más sorprendente, es que no me sorprende en absoluto.
Durante un pequeño lapso de tiempo, durante el tiempo que dura un parpadeo pasará algo, no se decirte el que, porque aún no ha sucedido. Después de ese segundo, de ese instante, el mundo girará igual, la gente continuará con sus vidas porque nada habrá pasado para ellos. Pero si para mi, pero si para ti.
Ese acontecimiento aún desconocido, no se sabe si beso o caricia, si sonrisa o llanto dará pie a un periodo corto pero intenso, a unos pocos días que podrían ser calificados como néctar o ambrosía.
Sólo tengo una semana, sólo tienes una semana de mi tiempo, pero has de saber, niña bonita.
Que es más tiempo del que jamás le he dado a nadie.
Hay gente que llena el silencio con sus sentimientos, hay gente que es capaz de desprender una calidez infinita sin palabras, que se expresa con el mero hecho de existir.
Pero yo no. Yo en el silencio simplemente callo, no desprendo nada, apago ese calor que a otros les sobra, mis palabras son las pruebas de mi existencia y de mis ideas.
Hay gente que lo dice todo con miradas, que nada más es necesario, que su alma se percibe por sus ojos.
Pero yo no. Yo con mi mirada, simplemente miro, no transmito nada más que lo que los otros quieran ver en mis ojos.
Hay gente...
Pero yo no. Yo no soy gente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)