El príncipe de los Infiernos.
"Y sentí el aliento de ella hinchando mi pecho. Tomé aire de sus labios y viví durante un segundo más. Ella tomó aire de los míos, y ambos respiramos.Yo tomé aire una vez más, y no quise pensarlo, y no quise decirlo, pero esa sería quizá la última vez."
A todos nos condenan por algún pecado, el mio, fue robar la vida de tu pecho. Mi pecado fue poseer aquello que era libre. Robar tu vida fue mi pecado...
Y miré dentro de mi, en los círculos de mis Infiernos en un afán desesperado de llegar a algo más, de sentir esa lágrima de redención que dan los besos de la dama, en un intento inútil de alcanzar las puertas del Purgatorio para ir a un lugar donde mis pecados serían perdonados.
Y es que yo no quería sentirme puro, yo no quería sentirme libre, yo no quería sentir la vida fluyendo por mi cuerpo. Yo no quería acallar a mis demonios ni borrar de mi a los Infiernos, yo solo quería que ella me tendiera la mano, cogerla e ir a los cielos, al Paraíso... y en ese lugar, sin importar como fuera, contar las estrellas con ella.
Robar tu aliento fue mi pecado...
... el no sentirlo nunca más,fue mi condena.
Y grano a grano cae el tiempo del reloj. Y todo el mundo corría a guardar su tiempo para que no se le acabara. A esconderlo. A la carrera y entre empujones. Buscando desesperadamente conseguir un segundo más del que se le había dado.
``Cuando no tienes nada, cada regalo es un milagro``
Él pensaba eso. Y es que él no tenía nada, él no era dueño de nada, ni siquiera el su tiempo de vida. Ni siquiera de sus recuerdos. Porque todo cuanto tuviera, podría serle arrebatado. Pero en cada segundo, solo para él ocurría un milagro. Y es que alguien, no sabía el joven muy bien quien, le regalaba un instante más de vida. Y él agradecía a cada pedazo de su existencia este hecho, cada segundo agradecia el próximo momento que le habían dado.
Y vivía feliz, porque su misma vida era un regalo, un regalo que no dejaría que fuera desperdiciado.
Y ella llegó y reclamó a todos lo que era suyo. Todos cayeron, todos fueron a ese abismo en el que no importaba cuanto tiempo pudieras haber acumulado.
Y ella le reclamó a él lo que era suyo. Pero nada puede darte el que nada tiene. Nada puede darte ese último arroyo libre que no es dueño ni siquiera de las aguas que lo forman.
Y entonces, nada pueden quitarte. Cuando solo tienes ese segundo de tu vida, que es para ti un regalo. Entonces, serás feliz, y tu vida será un milagro.
La vida es como una carretera recta en la que solo existe la opción de avanzar.
Las múltiples posibilidades que se abren ante nosotros en cada segundo son meras ilusiones, no son nada, realmente solo existe el momento vivido y no el que podría haber sido, el que podría estar siendo o el que podría algún día ser.
Y avanzamos, acercándonos a encontrar el sentido de nuestra vida. Un sentido útil solamente un segundo, solo un instante. El último instante de nuestras vidas.
Ese segundo será como un examen, una prueba que nos hará repasar cada momento de nuestra vida.
Una prueba que nos hará una sola pregunta, a que deberemos contestar, admirando la totalidad de nuestras vidas si sencillamente, esa que será nuestra vida, ha merecido o no la pena.
Cien pasos entre el vacío.
Y con tal de tenerlas....
Quería tener el mundo entre mis manos.
Viviendo para mi mismo, solo con mi libertad y propia compañía.
Viendo el mundo como un lugar lleno de "Nadies casi perfectos" que por la simple arrogancia de querer ser alguien acabaron en los pozos con la escoria.
Lejos de todo eso caminé sin descanso entre una bruma espesa y fría.... nada había en la bruma, salvo una figura femenina.... una silueta que a cada paso que yo daba, más se difuminaba.
Quería tener esa silueta entre mis brazos. Quería tener el mundo entre mis manos... pero no puedes atrapar algo que no es real... así que me rendí a ella... Un único instante, un único momento en el que mi voluntad cayó... y fue para ella suficiente.
Más helado su tacto que la bruma... posó con cuidado sus manos en mi cuello... y durante ese segundo, el mundo, mi mundo, estuvo entre sus manos...
Entonces acepte el sentir, en un último intento de vivir... y sentí... sentí cada eslabón de la cadena marcando mi piel... el peso de esas cicatrices que desfiguraban mi alma... el primer roce y la primera caricia tuya... el primer beso...
Sentí mi aliento, ahora extraño... sentí por un momento mi propia vida...
Me lo entregaste, en tan solo un segundo... me entregaste el mundo, mi mundo... y yo, tonto, sin pensarlo siquiera una fracción de segundo... te lo devolví..
Retomé lo que siempre fui, un adicto a algo que me era ajeno... adicto a algo que no era necesario en mi mundo...
Me volví adicto a tus caricias...
Y con tal de tenerlas, encadené mi alma a ti.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)